PAREDES QUE HABLAN
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Lo primero que sentí cuando ingresé a los sótanos del Ministerio de Gobierno en Bolivia, fue que las paredes gritaban. Me bombardeaban las inscripciones, nombres, fechas, calendarios y mensajes; algunos de estos hechos con sangre.
Era la inauguración del Museo de la Memoria Histórica en los antiguos lugares de tortura de los gobiernos René Barrientos y Hugo Banzer Suárez y Luis García Meza, entre 1964 y 1982. Ahí también estaban las víctimas de la violencia política, quienes con ojos llorosos solo miraban horrorizados las huellas de la dictadura; caminaban por primera vez en libertad a través de esos estrechos pasillos. Los subsuelos del Ministerio de Gobierno en Bolivia y el Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA) de Argentina mantienen en silencio una parte de la historia de las dictaduras en Latinoamérica. Visitar estos lugares y sentir la injusticia que ahí se vivió, generó en mí la necesidad de contar las historias detrás de esas paredes y empecé a buscar a los sobrevivientes para reunir testimonios. Pasé mucho tiempo conociendo sus vidas y su lucha, que en Bolivia aún continúa, pues llevan muchos años pidiendo, sin respuesta, la desclasificación de los archivos secretos, en los que están los nombres de los torturadores y dirección de los lugares donde están los restos de los desaparecidos. “Nos colgaron del techo y nos tiraron orina”, fue uno de los primeros testimonios relatados, un año después, por Julio Llanos, líder sindical de la mina Colquiri en los ‘60. “Los llamados armarios, espacios de un metro cuadrado, eran los lugares donde los prisioneros eran atados y torturados. “Podíamos escuchar gritos, pero no tuvimos contacto con los otros prisioneros”. “Sentía morir. Cada interogatorio significaba tortura y violación, pero tenía la esperanza de que alguien se preocupara por saber dónde estaba...”, fue lo que más me impacto de la historia de Victoria López, dirigenta universitaria. Como ella, miles de personas sintieron la muerte y algunas no sobrevivieron en esas celdas de tortura. Este libro es mi homenaje a Julio Llanos, César Vilca, Zenón Acarapi, todos ellos fallecidos en espera de justicia, Victoria López, José Guillermo Pelaez y todas las personas que compartieron su historia conmigo. “Paredes que hablan” inició como un proyecto y con los años se volvió también mi lucha, por verdad, justicia y libertad. |